Entre la naturaleza y las torres: nuestra experiencia en la Reserva Ecológica


punto de encuentro
Un encuentro frente a las Nereidas
Comenzamos el recorrido encontrándonos en frente a la icónica Fuente de las Nereidas de Lola Mora.
Ahí, entre esculturas majestuosas y un poco de brisa porteña, nos preparamos para desconectarnos del ritmo frenético de Buenos Aires.
Las lagunas y el renacer de la Reserva
Ya dentro de la Reserva, el ambiente cambia por completo: el bullicio de la ciudad queda atrás y te recibe un paisaje lleno de lagunas, senderos verdes y el sonido de las aves. Mientras explorábamos los alrededores, charlamos sobre la historia de este lugar único, cómo pasó de ser un lugar abandonado a un espacio protegido lleno de vida.

Mientras caminábamos, charlamos sobre cómo este pulmón verde surgió

Al avanzar, nos rodearon las lagunas, con su aire fresco y el sonido de las aves.

La historia nos dejó pensando en cómo la naturaleza siempre encuentra la forma de abrirse camino.
Obviamente, aprovechamos para sacar fotos mientras caminábamos..
Spoiler: algunas como estas nos salieron épicas y otras… mejor dejarlas como material “conceptual”.




Un picnic frente al río: charlas y brisa fresca
Llegamos al río y ahí se armó uno de los mejores momentos del día: un picnic grupal con el viento fresco en la cara y charlas que se sentían como abrazos. Hablamos de la vida, de nuestros proyectos, de donde venimos. Fue un rato de esos que quedan grabados en la memoria, con la vista del río y ese sonido relajante de las olas de fondo.



La dualidad de Buenos Aires: torres y naturaleza
Seguimos caminando y nos detuvimos a apreciar algo que solo la Reserva puede ofrecer: el contraste. De un lado, las torres modernas y brillantes de Puerto Madero; del otro, la naturaleza agreste, salvaje, en su estado más puro. Ese choque visual nos hizo pensar en lo mucho que la ciudad cambió y en cómo convivimos con esos dos mundos tan distintos.
Aprovechamos para hablar un poco de la historia de Puerto Madero, cómo nació y se transformó en el barrio que conocemos hoy.



Un final inesperado: iguanas, aves y risas
Para cerrar el recorrido, tuvimos un encuentro inesperado: una iguana apareció, moviéndose tranquilamente entre los arbustos. Nos emocionamos tanto que intentamos sacar fotos, pero justo una valiente ave decidió hacer su entrada triunfal y asustó al pobre reptil.
Voló hacia la iguana, que salió corriendo, y nuestras fotos terminaron siendo un desfile de imágenes borrosas. ¡Eso sí, las risas quedaron clarísimas! 😂





La Reserva no solo nos regaló naturaleza, aire fresco y momentos únicos, sino también historias que vamos a contar por mucho tiempo.
Si nunca fuiste, tenés que darte la oportunidad de recorrer este rincón increíble de Buenos Aires.
Y si ya fuiste, seguro sabés que cada visita tiene su magia. 🌟
Nosotros ya estamos pensando en nuestra próxima aventura… ¿Te sumás la próxima? 😉