Gilda: un recorrido por su historia

Siguiendo los pasos de Gilda…

Si hay una artista que trascendió el tiempo y dejó una huella imborrable en la música popular argentina, esa es Gilda. Su voz inconfundible y sus letras llenas de esperanza siguen sonando en cada rincón del país, convirtiéndola en un verdadero ícono de la cumbia.
Pero antes de que su nombre brillara en los escenarios, Gilda fue Myriam, una mujer con sueños, raíces y un recorrido de vida que nos llevó a conocer dos barrios con mucha historia: Villa Devoto y Villa Real.

De Devoto al mundo

Nuestra aventura arrancó en el Shopping de Devoto, un punto de encuentro ideal para iniciar este recorrido con la energía bien arriba.
Desde allí, nos pusimos en marcha hasta la casa donde nació Gilda, en la Calle Baigorria. Imaginarla de niña, creciendo entre esas calles, con una vida que aún no soñaba con los escenarios, nos conectó de una manera especial con su historia.
Después de ese primer momento emotivo, seguimos explorando calles no tan conocidas de Devoto. Este barrio, con su aire residencial y tranquilo, fue el primer escenario de su vida.

El arte en su vida desde la infancia

Desde pequeña, Gilda estuvo rodeada de arte y música. Su abuela tocaba el piano, su padre la guitarra, y en su hogar siempre hubo un clima donde la creatividad tenía un lugar especial. A temprana edad, comenzó a estudiar danzas flamencas, mostrando una sensibilidad artística que más tarde se traduciría en su pasión por la música.
Estos primeros acercamientos marcaron su camino, despertando en ella una vocación que con el tiempo se convertiría en su legado.

Villa Real: el refugio de su familia

A medida que avanzamos en el recorrido, dejamos atrás Devoto y nos adentramos en Villa Real, uno de los barrios más apacibles de la Ciudad de Buenos Aires. Y fue justamente esa paz lo que llevó a Gilda a elegirlo como su hogar cuando decidió formar su propia familia.
Antes de eso visitamos el departamento que compró junto a su esposo en calle Lope de Vega, donde nacieron sus hijos Mariel y Fabrizio. Este fue un lugar clave en su vida, donde vivió momentos felices y también enfrentó muchos desafíos personales.
Más adelante, cuando la familia decidió mudarse, Gilda insistió en quedarse en Villa Real, enamorada de la tranquilidad que le transmitía el barrio. Así llegó a su última casa en Calle Benito Juárez, donde vivió antes de que la música la llevara a recorrer todo el país.

En este edificio vivió Gilda con su familia en Calle Lope de Vega, en un departamento que fue pagando a crédito.

Dato de color: Ella era muy querida por los vecinos en su edificio, tanto es así que fue designada como portera mientras vivió allí.

Esta fue su última casa, en Calle Benito Juarez.

Nos tomamos una foto en frente a su casa para capturar el momento.

Más que un ícono, un legado

A lo largo de este recorrido, no solo conocimos los lugares donde Gilda creció y formó su familia, sino que también sentimos su presencia en cada rincón. Su historia es la de una mujer que apostó por sus sueños, que rompió barreras y que, con su voz, sigue acompañando a generaciones enteras.
El tour terminó con un sentimiento compartido: la certeza de que Gilda no solo fue una cantante de cumbia, sino un símbolo de esperanza, amor y lucha. Y aunque ya no esté físicamente, su música sigue sonando fuerte, demostrando que, como dice una de sus canciones más queridas, “No es mi despedida”.

Un final con sorpresa

Para cerrar la experiencia con broche de oro, realizamos un sorteo especial entre los participantes: un libro autobiográfico de Gilda. Luego de responder a varias preguntas sobre lo que habíamos aprendido durante el tour, una de nuestras seguidoras se llevó este regalo, sumando un recuerdo inolvidable a esta jornada tan emotiva. ¡Felicitaciones a la ganadora y gracias a todos por ser parte de este homenaje a una artista única!

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