Abasto: el barrio que te hace caminar al ritmo de tango, arte callejero y rock nacional
Este finde tuvimos una de esas aventuras que no se olvidan, de esas que te hacen volver a casa con el celular lleno de fotos, la cabeza llena de historias y el corazón contento. El barrio del Abasto nos abrió sus puertas y nos regaló dos días mágicos, acompañados por dos grupos que la rompieron.
El sábado arrancamos con nuestras infaltables chicas flâneurs, esas que siempre dicen presente con la mejor energía, y el domingo la aventura siguió con un grupo mixto, lleno de caras nuevas, mentes inquietas y esa vibra curiosa que nos da más pilas que un termo de café.
Dos días, mismo recorrido, pero dos historias distintas —porque eso es lo que tienen estos paseos: la gente siempre cambia la trama.


El arranque: Corrientes y Gallo, donde empieza la aventura
Como manda la costumbre, la cita fue en Corrientes y Gallo, esa esquina que parece una mezcla de tango, colectivo, murmullo porteño y barrio auténtico.
Apenas llegamos, ya se armó la ronda de charla y café imaginario, porque la conversación siempre es el primer paso antes de poner un pie en la vereda.
Desde ahí, nos metimos de lleno en el corazón del Abasto, ese barrio que supo reinventarse sin perder su identidad. Entre calles con historia, paredes que hablan y vecinos que respiran tango y arte, arrancamos la caminata.

De Luca Prodan al mural: el rock también vive en el Abasto
Primera parada fuerte: la casa de Luca Prodan. El líder de Sumo, un italiano que aterrizó en Buenos Aires buscando un cambio y terminó convirtiéndose en una leyenda del rock nacional. Frente a su ex casa, sacamos la cámara, bajamos la voz y nos dejamos llevar por esas historias que parecen sacadas de un documental. Las anécdotas sobre su vida, su música y su paso por el Abasto nos dejaron a todos con ganas de volver a escuchar sus temas.


Y claro, cada paso por las calles del barrio es un viaje cultural. Charlamos sobre el Abasto como espacio vivo, de arte callejero, centros culturales y vecinos que defienden su lugar con pasión. Porque este barrio no es sólo el shopping y Gardel; es mural, es resistencia y es creatividad.





El corazón del barrio: el histórico Mercado del Abasto
Uno de los momentos estrella de la caminata fue la parada en el Abasto Shopping, que antes de ser ese centro comercial gigante, fue el Mercado de Abasto.
Nos detuvimos a admirar su arquitectura imponente y a contar la historia de cuando ese edificio era el punto neurálgico de abastecimiento para toda la ciudad.
Entre charla y fotos, salió el recuerdo de Tita Merello y su película “Mercado de Abasto”, que inmortalizó cómo era la vida en ese lugar cuando las góndolas no existían y el trueque era cosa de todos los días. Después de la cuota de historia, nos tomamos un recreo de 15 minutos para recargar pilas (porque flâneur que se respeta también sabe cuándo parar) y seguimos camino.

Del under porteño a nuestros días: Batato Barea
La siguiente parada fue un tesoro oculto para muchos: la casa de Batato Barea. Performer, clown, poeta y figura del under porteño en los ’80, Batato fue un artista que rompió moldes y dejó huella en la cultura alternativa. Frente a su antigua casa, nos detuvimos a charlar sobre el under, sobre la noche porteña, sobre esa época en la que la movida cultural era un refugio y un grito de libertad.


El “Morocho del Abasto”
Y como todo camino en el Abasto conduce al tango, llegamos hasta el Museo Casa Carlos Gardel. Allí nos sumergimos en la historia del Morocho del Abasto, ese ícono que no sólo llevó el tango a cada rincón del mundo, sino que dejó su alma impregnada en estas calles. Caminando por los pasajes que frecuentaba y escuchando sus letras en la cabeza, entendimos por qué Carlos Gardel sigue siendo eterno.


Pasaje Zelaya: donde el tango y el arte se abrazan
Después, el recorrido nos llevó al Pasaje Zelaya, un rincón que parece sacado de una película. Murales, bares de tango, centros culturales y ese aire de barrio que se siente en cada paso. Es el lugar donde la bohemia y la tradición se dan la mano, y donde uno podría quedarse mirando fachadas. Nosotros no desperdiciamos la oportunidad e inmortalizamos el momento bajo la mirada cómplice del mismo Gardel.

El domingo, el grupo decidió cerrar el tour en Zelaya. Pero las chicas del sábado, con la energía a full, siguieron hasta la frutilla del postre: el Parque de la Estación. Un espacio verde recuperado que hoy es punto de encuentro para vecinos, ferias, música y tardes de mates con amigos.

El cierre: La Orquídea, merienda de lujo y promesas de volver
Para cerrar como se debe, la última parada fue en La Orquídea, un bar notable que es más que un bar: es un pedacito de la historia porteña con olor a café recién hecho. Nos sentamos, pedimos una merienda que se convirtió en banquete, sorteamos stickers y señaladores y compartimos anécdotas hasta que la noche nos pidió volver a casa.
La anécdota del finde: el blooper colectivo cuando una de las chicas confundió a “Batato” con “Barato” y las risas sin dudas no faltaron.
Porque si algo tiene el Abasto, es esa magia de hacerte sentir parte de su historia, aunque sea por un rato. Y nosotros, felices de haber compartido ese ratito con cada uno de ustedes.



El Abasto: un barrio que te hace sentir parte, aunque sea por un rato
El Abasto tiene esa capacidad mágica de abrazarte con su historia, su arte y su identidad tan porteña, que cuando te das cuenta, ya sos parte de él.
Cada esquina, cada pasaje, cada mural y cada café te invitan a descubrirlo una y otra vez.
Así que si todavía no lo tenés en tu lista, hacete un favor: ponelo bien arriba. Porque, al igual que nos pasó a nosotros, el Abasto no solo te va a contar su historia, también te va a hacer sentir parte de ella.
¡Nos vemos en la próxima caminata!