Tras los pasos de Gilda

Un paseo por los barrios donde nació el amor

Hay días en los que el recorrido no es solo geográfico, sino también emocional. Esta salida fue una de esas. Nos pusimos en modo viernes, mates, música y corazón, y nos fuimos a conocer un costado distinto de la vida de Gilda: no el de los escenarios ni las giras, sino el de los barrios que la vieron nacer, crecer y amar. Bienvenidos a nuestra recorrida por Villa Devoto y Villa Real, los rincones donde se forjó una leyenda…


Primeros pasos

La jornada arrancó en el Shopping de Devoto, punto de encuentro cómodo para que todos llegaran con la energía alta (o al menos con un cafecito en mano).
Las calles de Devoto, esas que no siempre figuran en las guías turísticas, nos regalaron una caminata tranquila, casi como si el tiempo bajara una marcha. En medio del recorrido, como caído del cielo, uno de nuestros flâneurs —¡grande Pedro!— apareció con el mate salvador para nuestra guía. Pequeños gestos que hacen la diferencia.

La nena de Devoto que soñaba fuerte

Gilda nació en Villa Devoto, en una casa de la calle Baigorria, donde vivió con sus padres, jugó en la vereda y empezó a imaginar un mundo más grande. En esa cuadra tranquila, entre arbolitos y persianas bajas, arrancamos nuestro paseo. Desde ahí fuimos andando, como quien se mete en una historia sin apuro, con ese ritmo que tienen los barrios donde no pasan muchas cosas… pero pasan las importantes.

Villa Real, su lugar en el mundo

La siguiente parada nos llevó a Villa Real, uno de los barrios más tranquilos de la ciudad, de esos donde se escucha el canto de los pájaros y hasta parece que hay menos bocinazos. Gilda eligió vivir ahí con su esposo cuando se casaron. En calle Lope de Vega formaron su primer hogar y nacieron sus dos hijos: Mariel y Fabrizio.

El tour continuó hasta calle Benito Juárez, donde se mudó con su familia buscando aún más paz. Y se nota que acertó, porque una de nuestras participantes, vecina del barrio, nos contó con orgullo cómo esa calma sigue intacta. En el camino hacia la última parada del tour, aprovechamos para subirle el volumen al parlante y corear dos clásicos: “No me arrepiento de este amor” y “Fuiste”. Literalmente: alto soundtrack para caminar.

Un cierre con gusto a barrio

El paseo terminó, como nos gusta a nosotros, entre charlas, café y medialunas.
Esta vez fue en la cafetería Impala, donde cerramos la tarde como se cierran las buenas historias: con algo calentito, mucha sonrisa y la certeza de que vale la pena salir a caminar y a recordar.

Gilda, siempre presente

Nos fuimos con el corazón lleno. Porque Gilda no fue solo una cantante. Fue una mujer que apostó por sus sueños, que dejó huella en cada barrio que habitó y que, a través de sus letras, nos sigue abrazando.
Este tour fue nuestro pequeño homenaje. Si no pudiste venir, no te preocupes… esto recién empieza. ¡Nos vemos en la próxima salida flâneuse!

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