La Boca: color, historia y fútbol en estado puro

Hay días que quedan guardados para siempre, y este recorrido por La Boca fue, sin dudas, uno de esos. Desde que estabamos a orillas del Riachuelo, sabíamos que estábamos por entrar en un mundo distinto: vibrante, popular, lleno de historia y con el corazón pintado de azul y oro.


El arranque

El legado de Quinquela

Nos encontramos en la ribera, ese rincón donde el arte se mezcla con la brisa del río y la historia late en cada adoquín. Ahí arrancamos charlando sobre Benito Quinquela Martín, ese genio que con sus pinceles transformó al barrio. Su obra no solo le dio color a las casas, sino también relevancia cultural al lugar. Si La Boca hoy es un ícono, mucho se lo debemos a él.

Vista desde lo alto

Después nos fuimos a Casa Proa, donde tuvimos la suerte de acceder a la terraza. Desde ahí, el panorama del puente y el transportador Nicolás Avellaneda nos dejó sin palabras. Una postal de Buenos Aires que parece sacada de otro tiempo, pero que sigue viva y fuerte.

Un superclásico en vivo

Y como si la jornada no tuviera suficiente magia, ese día se jugaba nada menos que el superclásico Boca-River. Todo el barrio estaba paralizado: los bares llenos, la gente mirando los televisores desde la vereda, gritando, abrazándose, sufriendo.

Cada paso que dábamos lo dábamos al ritmo de los goles (y los no goles). Fue como vivir dos recorridos a la vez: uno histórico y otro futbolero.

Caminito y el tango

Caminito nos esperaba con todo su esplendor. Ese rincón pintoresco, donde el tango se respira en el aire, nos recibió con bailarines, colores y murales. Aprovechamos para charlar sobre la historia del tango, de sus letras nostálgicas, de sus arrabales, de ese Buenos Aires que se baila.

Música en la vereda

Después nos perdimos (a propósito) entre las tienditas de recuerdos, donde incluso nos topamos con un músico tocando el bandoneón como si estuviera en su propio escenario. Paramos, lo escuchamos y sentimos, por un ratito, que el tiempo se frenaba.

La Bombonera, mística pura

Y claro, no podíamos terminar el tour sin pasar por La Bombonera. La mística de la cancha de Boca se siente en el aire, aunque no haya partido. Pero ese día sí lo había, y aunque Boca perdió, sus hinchas salieron a la calle igual a alentar, a cantar, a bancar los colores como solo ellos saben hacerlo. Esa pasión no entiende de resultados.

Un cierre con sabor

Para cerrar el día, los que nos quedamos nos fuimos a una confitería a metros del estadio. Con café, medialunas, más cositas dulces y mucha charla, repasamos todo lo vivido y nos fuimos con una sonrisa gigante y la promesa de volver.

Porque La Boca tiene eso: te atrapa, te sacude, te hace parte de su historia y no te deja ir del todo.

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