Parque Chas

Perderse para encontrarse

Hay barrios que se caminan con los pies… y otros que se caminan con el corazón. Parque Chas es de esos que te descolocan, te envuelven y, cuando menos lo esperás, te están contando una historia al oído.


Y así arrancó esta experiencia flâneur, distinta a todas las anteriores. Porque esta vez nos animamos a algo que teníamos en mente hace tiempo: abrir el recorrido a más personas, más miradas, más energía. ¿El resultado? Un grupo hermoso, lleno de mentes inquietas, curiosidad a flor de piel y corazones abiertos a todo lo que el barrio tenía para mostrar.

Calles que se cruzan solas y te invitan a perderte

Empezamos caminando las calles de Parque Chas, intentando entender cómo funciona ese mapa loco que tiene nombres de ciudades europeas que giran y giran hasta que de golpe… ¡volvés al mismo lugar! Es un barrio pensado para perderse, literal. Pero perderse bien. Perderse para frenar, mirar, preguntar, y conectar con lo inesperado.

Entre casonas antiguas, murales, grafitis y fachadas intervenidas con arte, nos fuimos dejando llevar por una arquitectura que parece no tener reglas… y que por eso nos encanta.

Un corazón que late en medio del silencio

Pasamos por las plazas Éxodo Jujeño y Dominguito Sarmiento, donde la vida barrial se sentía en cada rincón. Niños jugando, vecinos paseando al perro, mate circulando. Todo muy tranqui, muy real.

A mitad del recorrido llegamos a la plazoleta Vicente Chas, algo así como el centro energético del barrio. Ahí hicimos una pausa, repasamos la historia del barrio y nos dimos el gusto de tomarnos la típica (y necesaria) foto en la fuente… rogando que no se prenda, porque más de uno ya se imaginaba terminando el tour empapado.

Historias que calan hondo

Nos detuvimos frente a la casa de Esther Ballestrino de Careaga, detenida-desaparecida y una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Ese momento nos dejó con la piel de gallina. Hablamos del rol que tuvo el barrio durante la dictadura militar, y del valor de sostener la memoria entre todos.
Y como todo tour flâneur tiene su cuota de anécdota bizarra, también nos encontramos con un mural peronista pintado en el techo de una agrupación. No había forma de sacarle una buena foto… hasta que uno de los chicos se tiró al piso y resolvió la situación como un héroe fotográfico. ¡Un aplauso para él!

El rincón fantástico del barrio

Por supuesto, no podía faltar la mítica esquina de Bauness y Bauness, esa rareza urbanística que parece salida de un cuento. Dicen que ahí hay un portal mágico, que el tiempo se dobla, que pasan cosas. ¿Será verdad? No sabemos, pero por las dudas no nos quedamos a averiguarlo.
Parque Chas tiene esa mística especial que lo convirtió en escenario recurrente del género fantástico. Y estando ahí, lo entendimos perfecto.

Secretos, personajes y el final con sabor a más

Dato de color: pasamos por la casa de los Lopilato, donde crecieron Luisana y Darío. También nos quedamos especulando con cuál sería la casa de Tomás Rebord, otro vecino ilustre del barrio.
Ya cayendo la noche, cerramos con una historia fuerte: acá se organizó el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu por parte de Montoneros. Un dato que nos dejó charlando largo rato.

Merienda compartida y final de lujo

Después del paseo, fuimos todos y todas a Sucre Noir, una cafetería de especialidad en las afueras del barrio. Pedimos cosas ricas, charlamos un montón, sorteamos stickers y señaladores, y compartimos impresiones de todo lo vivido. Fue ese tipo de final que te deja el corazón tibio y con ganas de repetir.

¿Conclusión?

Parque Chas nos abrazó, nos sorprendió y nos dejó con la cabeza dando vueltas. Literalmente y también por todo lo que aprendimos. Sin dudas, una experiencia flâneur que se va directo al top de nuestras favoritas.

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